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¿Por qué soñamos?

El estudio de nuestros sueños ha sido una de las curiosidades del ser humano desde tiempos inmemoriales. ¿Por qué recordamos algunos sueños? ¿Qué significan? Estas preguntas, imposibles de demostrar de manera científica, han facilitado que surjan multitud de teorías acerca de los motivos de estas vivencias oníricas.

Sigmund Freud revolucionó la sociedad de principios del siglo XX afirmando que los sueños, en realidad, eran una válvula de escape de nuestro cerebro que plasmaba nuestros verdaderos deseos inconscientes.

Pero no fue el único que opinó sobre su simbología. A partir de él, han existido innumerables teorías acerca de nuestros sueños, aunque pocas cosas podemos decir de ellos que sean verdad a ciencia cierta.

Por lo que sabemos, los sueños aparecen principalmente durante el inicio y el final de la noche. Cuando soñamos, nuestro cerebro está activo casi en su totalidad, exceptuando una parte del cerebro que llamamos centro lógico. Por este motivo durante la noche mezclamos la información que tenemos sin ninguna coherencia, perdiendo la capacidad de juntar la información correctamente.

Lo que nos ocurre durante el día influye también, evidentemente, a lo que nos pasa cuando soñamos. ¿Sabías que las personas que se despiertan más a lo largo de la noche tienen más posibilidades de recordar los sueños? Es por este motivo que los que sufren estrés tienden a recordarlos más, porque se despiertan a mitad de la noche, consecuencia de la ansiedad.

Al margen de todas las teorías que existen sobre los sueños, lo más importante y que no debemos olvidar nunca es, en palabras del Dr. Eduard Estivill, que tener un buen sueño nos comportará un buen día. Y al revés, este buen día, con una correcta desconexión, comportará un buen sueño. Así que con unos buenos hábitos de sueño, alimentación y una correcta desconexión, sólo podremos decir antes de acostarnos: ¡Dulces sueños!

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